Armando Santana Martínez
Nadie conoce su nombre y apellidos, mucho menos el lugar donde vive en la Tegucigalpa oprimida. Su foto encabezó las primeras planas de periódicos y sitios de la Red, y sus manos desafiantes frente a la tanqueta mostraron al mundo que el pueblo estaba dispuesto a denunciar el golpe militar, aunque la muerte, agazapada en algún muro de la ciudad, robara algunos hijos al pueblo hondureño.
Quiero llamarla simplemente Ella. Aparece frente a un tanque en plena calle y una de sus manos trata de apartar varias bocas de fuego que apuntan desafiante a la multitud, que pide el regreso de su presidente legítimo, Manuel Zelaya, robado en la madrugada y llevado a Costa Rica por sicarios del ejército golpista.
Ella es el símbolo de un pueblo, el hondureño, que no vaciló en salir desafiante al peligro para reclamar y defender el derecho constitucional, violado por militares formados en la Escuela de las Américas, el laboratorio de los golpes de estado en América Latina, el pulpo militar que también cubrió con tinta negra los cielos de Viet Nam e Iraq.
Los hondureños demostraron la capacidad de movilización y decididos marcharon a esperar a su presidente en el aeropuerto de Tegucigalpa. Paso a paso, fueron robándole espacio a los tres cordones de policías que cubrían el área. Por el autoparlante, un dirigente sindical explicaba la estrategia: “Un paso adelante compañeros, sin violencia, la justicia está de nuestro lado”. Y así lo hicieron. Centímetro a centímetro pies agotados, mal calzados, desgarrados por la caminada de los días anteriores, vencieron a las pulidas botas de la muerte.
Las manos frente a los fusiles golpistas
Publicado por Lic. Carlos Velázquez Hernández en 10:53 a. m.
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