“Exigimos el inmediato retorno al Estado de derecho en la República de Honduras y la restitución a sus funciones de Manuel Zelaya, legítimo presidente constitucional de dicho país”, apunta el documento firmado por los representantes en la ONU de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América en una declaración divulgada en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Por su parte, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, convocó a las Naciones Unidas (ONU), el Movimiento de Países No Alineados (NOAL), al Grupo de Río y al Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) a exigir el respeto a las garantías constitucionales en Honduras.
Mientras tanto el candidato presidencial independiente Carlos Reina anunció a una multitud reunida frente a la casa presidencial en la capital hondureña que fue creado el “Frente Popular en Honduras en defensa de Zelaya”, organización integrada por todas las fuerzas sociales que se oponen a la asonada militar.
"Esta batalla la estamos ganando y la vamos a ganar, lo que va a decidir aquí es la lucha del pueblo hondureño", expresó el dirigente político a la ciudadanía.
Lo cierto es que en el escenario del hermano país se definen las posiciones de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyos pronunciamientos no han tenido del todo la fuerza expresiva que se requiere.
Ante los ojos del mundo está cometiéndose la más atroz violación a la legitimación democrática de un país, antecedido por la maquinaria mediática que alentaba la oligarquía, para crear las bases que a la postre no pudieron fraguarse en la mente ciudadana.
Posterior a los sucesos del proscenio se han visto obligados a tomar otras decisiones, pero a la postre están condenadas al fracaso porque las fuerzas vivas internas pugnan heroicamente en circunstancias realmente difíciles, y las instituciones internacionales exigen la redención de la constitucionalidad.
Lo que preocupa a la oligarquía nacional de ese país, y a los que le apoyan subrepticiamente dentro y fuera, es la pérdida de un poder entronado en el saqueo a la dignidad de los pueblos, instrumento que ha dejado de ser moda y que, al calor de las circunstancias nuevas que matizan a la América Nuestra, cambian el color del mapa latinoamericano.
En Honduras se define Latinoamérica, como parte de un proceso emancipador que tiene cientos de años.
