Por: Elizabeth Silva Rodríguez.
Cinco hombres, cinco sueños por materializar, manos repletas de amor y paz que permanecen condenadas de la manera más cruel e injusta en flagrante violación de los más legítimos derechos humanos.
Rejas que se cierran para impedir el paso a la verdad, oídos que no quieren escuchar evidencias que demuestran la inocencia de los que luchan por evitar la muerte.
Doce años de encierro sin ceder ni un ápice a la dignidad y estoicismo; el amor a la tierra que los vio nacer y la necesidad de cumplir con la madre patria, para defenderla en cualquier terreno, es su divisa, a sabiendas de que su deber está allí, donde son más útiles a la humanidad, desafiando peligros, enemigos y hasta la propia muerte.
Nada hace flaquear su grandeza, ni la inhumana separación de la familia, aniversarios, momentos felices que no pueden recordar junto a los suyos, violaciones, mentiras, patrañas sin límites que jamás los amilanarán, sino los hacen más fuertes.
Ellos conocen a sus acusadores, los que se arrodillan y reverencian frente al imperio como buenos representantes de sus intereses, capaces de mentir, vender, ocultar información, en detrimento de su ética, sin pensar en la humanidad; esas son razones muy poderosas para que sean los protegidos de las leyes del país del norte.
El honor de los cinco crece cada día, nada impedirá demostrar la verdad con su lenguaje sencillo para que llegue a oídos de todos, voces portadoras de certezas y pruebas se alzan en todos los rincones del mundo en un solo clamor, en un solo abrazo, en justo reclamo de libertad para los Cinco.
