Por Raúl Martes González
Isla caribe de Barbados. Aeropuerto de Seawuell. Vuelo CUT-1201 de Cubana de Aviación, Nave al aire, propicio para viajar. Rarezas minutos después del despegue. Explosión a bordo. Desesperación. Caída al mar frente a una playa repleta de bañistas atónitos ante la tragedia. Viajeros y tripulantes, todos muertos. En total 73. Conocidos sus autores. ¿Y qué?
Desde hace varios días, los cubanos rememoran aquel abominable ejercicio de violencia terrorista, que hoy hace 35 años conmovió a nuestro mundo de progreso de la razón y la justicia. Por él, es preciso que los pueblos persistan.
Hasta hoy nada ocurrió en la otra parte del mundo. Nada han hecho los inhumanos habitantes millonarios y servidumbre, para limpiar su indignidad y desprecio al ahorro de la vida humana. Aún se espera por el castigo ejemplar.
Hernán Ricardo y Freddy Lugo pusieron la bomba. Actuaron bajo órdenes de venáticos maestros de la muerte como Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles, rastreros de Estados Unidos cuyos gobiernos siempre han conocido sus actos.
Un documento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), fechado el 22 de junio de 1976 informa:
“Asunto: Posibles planes de un grupo extremista de exiliados cubanos para volar un avión de Cubana”.
“Fuente: Un empresario con estrechos vínculos con la comunidad de exiliados cubanos: Suele ser un informante confiable”.
¿A quién informó la CIA o la Casa Blanca de esos pormenores? No, precisamente, al gobierno cubano.
Cuando los sucesos de Barbados, George Herbert Walker Busch era el director de la tenebrosa Oficina. Doce años después resultó electo presidente, de Estados Unidos.
Sí, señor; el mismo Busch que viste, calza y se confabula. En su nombre se le conmutó la pena carcelaria a Orlando Bosch, por hechos terroristas anteriores, no obstante conocerse su afiliación al frente de la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), calificada de extremista por la CIA.
El 16 de octubre de 1968, Bosch lanzó un proyectil de bazooka contra el barco polaco Polínica, en pleno puerto de Miami. Ya lo había hecho para hundir otras embarcaciones, y dirigió amenazas escritas al Presidente de Méjico, al jefe del gobierno español, general Francisco Franco; y al primer ministro británico, Harold Wilson, pretendiendo causar daños a barcos y aeronaves de esas naciones. Por eso fue condenado a 10 años de prisión.
Antes y después de la CORU, con asiento en la Florida, existieron pequeñas formaciones que realizaron hechos vandálicos, en Europa y América: La Rosa Blanca, Alfa 66, Fundación Nacional Cubano-americana, Concilio Cubano y otras vinculadas a dictaduras del sur de este continente, entre ellas la de Augusto Pinochet.
Hoy el terrorismo está dimensionado, pues lo utilizan para tratar de gobernar al mundo las potencias bélicas, encabezadas por Estados Unidos, Francia, Reino Unido e Israel. No se puede explicar distinto lo que ocurre en Afganistán, Irak, Libia y Palestina, donde han muerto en los últimos años millones de personas inocentes.
Por el camino de la evolución, somos quienes somos. Sucesores de algún otro animal o al menos de humanos que en un momento determinado pudieron habitar la Tierra, como hoy nosotros, hijos de pueblos y naciones que dejaron atrás las épocas del salvajismo y la barbarie, y trascendieron a la civilización; aunque unos son como regreso al antiguo animal fiero del que surgieron una vez.
Si la humanidad no sede a tener en su seno a seres así, tiene camino útil en la educación de niños y pueblos. Pero para incluir al hombre que necesita ha de formarlo a través del cultivo de su corazón e inteligencia.