Cuando recibí los primeros informes relacionados con el terremoto en Haití por mi mente pasó la imagen de una persona a quien quiero mucho y a quien le debo mucho en toda mi carrera profesional.Pensé no volvería a verla, sin embargo aqui está con esos testimonios escalofriantes de días vividos como películas. Gracias a la colaboración del colega Julián Puig hoy me regocijo en publicar.
Con los temblores de Haití en la memoria
Por: Julián Puig Hernández.
“Eran como las doce y media del día doce, yo estaba en mi dormitorio, y frente al balcón se observa el mar y yo dije ay Alina, mira el mar cómo está, está negro, y entonces ella me dijo, qué tiene que ver eso, yo soy del campo y dicen los viejos que cuando el mar se pone así es porque hay tempestad o tormenta”, así comienza su relato Neysa Velázquez Vidal, colaboradora de la educación que cumplía misión en Haití en los momentos trágicos del terremoto.
“Yo me presentía algo, porque tuve hasta un dolor leve en el oído, como si algo me molestara, me tocaba y me parecía que tenía un caracol”. Enumera los detalles de un acontecimiento que le ha marcado para toda la vida.
Neysa, profesora de español, ya tenía una experiencia de colaboración internacional en Burkina Faso, en el año 1990 y una trayectoria en el magisterio que comenzó en el año 1969, cuando sólo tenía diecinueve años.
Su casa, en el poblado de Delicias, es un entra y sale de vecinos, estudiantes y periodistas que buscan detalles de un fenómeno que ocupa las principales páginas de los diarios más importantes del universo.
“Como a las cinco menos diez de esa tarde, yo terminé de trabajar en la computadora y cuando me fui a parar siento que me balanceo, en ese momento pensé que era un infarto o que estaba mareada, pero cuando miro para las paredes estaban balanceándose el balcón y la cómoda, los espejos, todo se estaba estremeciendo”.
Habla constantemente, llegando a los detalles menos sospechados.
“Cuando yo salí, que fui la primera de los cuatro que estábamos en la tercera planta, ya los compañeros que estaban en la calle, que eran cuatro también, nos estaban esperando, entre ellos el coordinador Adalberto Carbonell, que se había lanzado desde el balcón y se lastimó la rodilla”
En ese momento interrumpió la conversación para atender el teléfono: Adalberto Carbonell, jefe de la misión, quería saber cómo se sentía.
“Al poco rato hubo otra sacudida, como si el mundo se fuera a acabar y escuchábamos a lo lejos la masa de haitianos gritando y pidiendo misericordia. De inmediato unos niños vinieron para donde estábamos porque perdieron sus familiares”
“Una de nuestras compañeras se había hecho una herida en una pierna y no se había dado cuenta porque aún tenía caliente la sangre. Luego vinieron constante las réplicas y el susto iba en ascenso.”
“Un edificio que había en un lateral de nosotros terminó de colapsar y la casa que estaba en la esquina se derrumbó completa”.
“Había en las calles mucha gente pidiendo auxilio, en los costados de los edificios había cuerpos colgando, pedazos de personas, atrocidades”
“Al tercer día se decide que los dos lesionados regresarían para Cuba y al día siguiente lo haríamos nosotros”.
“Se nos comunicó que el viernes a la una de la tarde íbamos a ser recogidos. En el trayecto constatamos que el mal olor en las calles, por los cadáveres y las condiciones de las estructuras constructivas eran cuestiones que avizoraban un empeoramiento de las condiciones”.
“En el aeropuerto nos recibió una brigada de colaboración de salud que había ido por un cargamento de medicinas, sin comunicación con Cuba”.
“El avión debía aterrizar pero empezó a dar vueltas y a dar vueltas y a las cinco de la tarde el embajador se acercó a nosotros, muy disgustado porque se lo notamos, para decirnos que los norteamericanos no permitieron su aterrizaje”
“De vuelta para la Embajada teníamos que ir con las ventanillas subidas porque el mal olor de los muertos era terrible”
“Al otro día, en el aeropuerto, eran aviones van y aviones vienen, pero allí estaban los marines yanquis, con sus armas impresionantes”
“A las once de la mañana fue que realmente se le permitió aterrizar al avión que nos trajo de regreso a Cuba. Primero bajaron la carga de medicamentos y alimentos”
“No he terminado mi misión como educadora en Haití, estoy esperando que me llamen de nuevo para cumplir. Espero que se tomen las alternativas indispensables para que se lleve a feliz término nuestro compromiso con el pueblo haitiano”
En la sencillez de su hogar dejamos una mujer que lleva los testimonios escalofriantes de un Haití que ha cambiado para siempre su manera de observar al mundo y de enfrentarse a él.
Buen inicio del Proceso Electoral en Puerto Padre
Publicado por Lic. Carlos Velázquez Hernández en 4:50 a. m.
El proceso eleccionario parcial incado el pasado 10 de enero en el Municipio de Puerto Padre, marcha a todo tren, según nos informa Jesús López Pacio, Vicepresidente de la Comisión Electoral Municipal,
Junto a otros 16 compañeros y compañeras de la propia comisión arrancó el calendario para las elecciones en las que quedaron constituidas las 149 Comisiones Electorales en igual número de circunscripciones.
Con más de setecientos integrantes las Comisiones Electorales de circunscripciones tienen la responsabilidad de cumplir y hacer que se cumpla la ley en cada territorio y además que el proceso se desarrolle con la transparencia y calidad que se ha propuesto la máxima dirección de la Comisión.
Ya se alistan y preparan las autoridades electorales para iniciar las Asambleas de Nominación de Candidatos a delegados a la Asamblea Municipal del Poder Popular el próximo 24 de febrero del presente año y hasta el 24 de marzo, más de quinientas reuniones de vecinos se producirán en el calendario establecido
Según información de la propia comisión los comicios se efectuarán el 24 de Abril en una primera vuelta y en el caso de las circunscripciones que sus candidatos no alcancen el 50% más uno de los votos se efectuará una segunda el próximo 2 de mayo con el fin de tener todo listo para la celebración de la Asamblea Municipal el 16 de mayo del presente 2010.
Según palabras del propio López Pacio los más de sesenta y ocho mil electores que participarán en las asambleas se preparan para nominar a los mejores en los barrios de toda la Villa Azúl.
Esta mañana nos despertamos con las réplicas alrededor de las 5 a.m. Una vez más, los temblores se reunieron con el canto. El canto es casi tan contundente como los sismos. Ellos todavía están cantando ahora con toda su fuerza - ¡Aleluya!
(De un blog en Internet)
«Dodo ti pitit Manman…», cantaba mi madre en las noches sin televisión de nuestra infancia. Su voz, dulce y vital como las de todas las madres cuando duermen a sus hijos, se volvía especialmente alegre recordando aquel canto que aprendió en los barracones de la finca de la abuela, que se llenaban de haitianos durante las cosechas de café.
Detrás de la canción, el sueño demoraba en llegar. A mi hermano y a mí nos gustaba que Mami contara historias de aquella gente que iba de la zafra del azúcar a la del café, sin lograr escapar de la pobreza, y sin embargo cantaba. Hasta en los velorios cantaban.
Hoy no sé si me lo inventaron mis recuerdos o si nos lo contó ella, pero estoy casi segura haberle oído decir que «los haitianos son un pueblo tan sufrido, que cuando les nace un niño lloran y cuando alguien muere cantan».
Cantos desgarradores e incomparables como esos que ahora se elevan en las oscuras noches de Puerto Príncipe, se entonaron muchas veces en los barracones de las fincas orientales, donde los haitianos fueron la fuerza fundamental de la prosperidad de los cafetales y la mayor expresión del desamparo social.
Por supuesto que también le cantaban a la vida. En el propio batey se gastaba cada centavo ganado y las fiestas eran tan intensas como pobres y breves. Había bailes. Y bebidas. Y dulces. Y trajes. Y narraciones. Y todo lo que un pueblo lleva consigo dentro del alma, que suele ser más abundante que lo que a simple vista se ve o cabe en los morrales.
La ternura, por ejemplo. Casi todos los cuentos sobre haitianos que nos hizo mi madre, tenían eso en común con aquel canto «Dodo ti pitit Manman». Los mismos que de niña le cantaron canciones de cuna en creóle, de joven la protegieron de los fríos de la montaña o las crecidas del río, y cuando ya tenía nietos, todavía un viejo habitante del batey viajaba kilómetros hasta la ciudad para visitarla como un pariente entrañable.
Esas historias nos enseñaron antes que los libros. Los haitianos, mano de obra barata de las labores más duras en los campos cubanos, fueron la más vívida escuela de la injusticia para quienes les vieron trabajar y sufrir sin más recompensa que la sobrevivencia.
Puede decirse incluso, que el sufrimiento de ellos, alentó algunos de los más profundos cambios en Cuba. «Al batey de Birán y sus gentes, que inspiraron el ansia de una Revolución», dice en la dedicatoria el libro biográfico sobre Fidel que escribió Katiuska Blanco, Todo el tiempo de los cedros.
No es casual, ni fortuito que entre las primeras leyes de beneficio a los trabajadores, dictadas por la Revolución, estuviera el reconocimiento a los años de trabajo y el derecho a la jubilación de miles de emigrantes haitianos.
Si hoy ganan titulares de prensa numerosos apellidos de sonoridad francesa y raíz haitiana —sean deportistas, artistas o académicos prominentes— salidos de los parajes más remotos de la geografía de nuestra Isla, todo se debe a una política que comenzó por incluir, contar, reconocer, integrar, a la población haitiana de Cuba a una sociedad a la que hasta entonces habían aportado todo sin compensación alguna.
Ellos y los cientos de jóvenes haitianos, graduados o por graduarse de Medicina en la filial de la ELAM en Santiago de Cuba, que ahora mismo están dispuestos a salvar vidas en su país, derrumban todos los mitos sobre maldiciones y predisposición de ese pueblo al subdesarrollo y al sufrimiento.
La verdadera maldición es no tener oportunidades. O que quienes dicen venir en tu auxilio, se apertrechen como quienes van a la guerra y pongan por delante los dineros que habrán de gastarse en ellos mismos, como el portaviones norteamericano que ya consume dos millones de dólares por día y todavía no ha llegado a las costas de Haití.
Recordando a mi madre, a la que acunaron y protegieron haitianos pobres entre los pobres, hago mío el dolor del canto que entonan, mientras alzan sus manos al cielo, los desamparados sobrevivientes del terremoto, que esperan que los salven, no que los encañonen.
En eso pienso cuando descubro un rostro conocido entre las doctoras cubanas que se inclinan sobre las víctimas en un reportaje de la televisión. Ella pone su estetóscopo en el pecho inflamado de un pequeño mientras con la otra mano lo acaricia con infinita ternura. Llamo a su casa para avisar y el que responde es su hijo. «Mi mamá está en Haití», dice con la mayor naturalidad del mundo.
Por : Carlos Velázquez Hernández.
La situación que vive el pueblo haitiano fundamentalmente la que radica en el área de la catastrofe es la situación más dramática durante muchos años, lo que hoy aparece en la pantalla de los televisores según reportes de los periodistas cubanos y extranjeros a cualquiera le pone los pelos de punta.
Hoy el mundo entero ha dado muestras de solidaridad y Cuba no ha faltado con la asistencia médica, utensilios, hospitales de campaña y demás desde las primeras horas se pusieron a disposición del pueblo haitiano.
Con la llegada de la brigada médica es como si tocara tierra haitiana el batallón de la esperanza, si por la disposición absoluta del personal médico y paramédico en devolverle la vida a todo el que sea posible con o sin dinero, perteneciente a cualquier partido político o sexta religiosa.
Hemos visto a médicos cubanos derramar lágrimas de impotencia por no poder salvar a un niño o niña o simplemente por tener que imputarles uno de sus miembros, niños y niñas que se han quedado sin familias y que tendrán que enfrentar la vida de alguna manera.
Dentro de la solidaridad del pueblo cubano está el envio de plasma y sangre y estamos dispuestos a continuación enviando pues por cada bolsa de sangre estamos salvando una vida.
Por: Yaciel Peña de la Peña, Alina Perera Robbio,
Consumido por sus sueños, esos mismos que le mantienen en pie, El Quijote de Puerto Padre, en la oriental provincia Las Tunas, se deja bañar por el mar anchuroso desde una pose que parece recordarnos su célebre definición: “sé quién soy…”. Y es muy simbólico que en vez de tener cerca a su amigo Sancho -ese que le sujetaba a la tierra con sentencias de hombre común-; el batallador esté de pie, olfateando esperanzas en el aire salobre y a pocos pasos de un molino de viento, torre que parece recordarle que los delirios, las mejores locuras, siempre tendrán gigantes apostados en el camino.
Sobrecoge este aventurero que luce tan empecinado en lo que quiere. Está enjuto de no dar su brazo a torcer, de esperar sin cansancios, de lidiar con el sol y la frialdad de todas las lunas. No importa que se le haya evaporado el juicio. Lo que cuenta es que está lleno de sueños y certidumbres, como esos otros caballeros que en Puerto Padre esperan encontrar cosas buenas traídas por las olas.
Al Quijote de Puerto Padre parece preocuparle cualquier cosa menos la torre con sus aspas. Es como si atendiera a algo que no podemos ver, y que lo obsesiona. Quizás está contando el tiempo disponible para seguir deshaciendo todo género de agravios y ser premiado por el valor de su brazo. A lo mejor ya sabe que si se le escurren todos los instantes como fino polvo de oro, lo habrá perdido todo.
El drama que parece atenazar a este luchador de la triste figura, es ese tan hermosamente revelado en los versos de Cira Andrés Esquivel (La Habana, 1954), donde se habla de cómo el Quijote sacó en claro, cuando venía de vuelta de sus alucinaciones, quién es el principal adversario que nos compele a todos a dar la gran batalla y a hacer gala de nuestras mejores armas.
Dicen así los versos titulados Delirio del Quijote:
No eran de viento los molinos, Sancho,
sino de tiempo.
Ha sido desigual la pelea, tan difícil,
las aspas giraban hacia arriba, indiferentes,
y yo minúsculo abajo, en su sombra.
Eran de tiempo, Sancho,
grandes conos erguidos y en la cima
un remolino indescifrable.
Hubiera podido ganar la batalla
pero equivoqué las armas
y ahora me hundo. Déjame ver tu cara
que perderé también y arriba
busca solo el sol
porque no hay molinos de viento, Sancho.
Puerto Padre, donde la vida es el derecho
Publicado por Lic. Carlos Velázquez Hernández en 7:36 a. m.
Por: Raúl Martes González.
raulmartes@rlibertad.icrt.cu
Con una tasa de 1,9 niños muertos por mil nacidos vivos cerró el pasado año, en Puerto Padre, que significa el resultado más inferior después del registro histórico de cero en 2006.
Este efecto y la ocurrencia de más de mil nacimientos durante 2009, contribuyen a un ascenso paulatino de la población, hoy poseedora de mejores servicios de salud.
Como parte del sistema sanitario sobresalen en la labor especialistas en neonatología, ginecología, obstetricia, médicos y enfermeras de consultorios de la familia junto al personal del centro municipal de genética y el hospital de pediatría Raymundo Castro Morales.
El principal reconocimiento se otorgó a Vázquez por cero mortalidad en 2009, área en extremo compleja por su amplia inclusión de dispersas comunidades rurales, entre ellas San Miguel, Mesa, Babiney, Marañón, Piedra Hueca y Santa Teresa.
La baja tasa de 1,9 niños difuntos por mil nacidos vivos en el período precedente ratifica la expectativa de vida que hoy alcanza los 77 años, en Puerto Padre.
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