Por: Julián Puig Hernández.
Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio y René, desde hace más de diez años sufren cárcel injustamente en los Estados Unidos. El hecho es bien conocido.
Las causas son tergiversadas constantemente por las grandes transnacionales de la noticia, cuando a duras penas hablan del asunto.
La intención está en silenciarlo pero cada vez se habla más alto, sobre todo, en el propio monstruo.
Miles de pacifistas a lo largo y ancho del universo, van a las calles todos los días pidiendo que se les libere. Los grandes medios, silencio.
Está demostrado que fue un juicio injusto, amañado, un bochorno para la ética jurídica internacional.
Así como las guerras que el imperio desarrolla para perderlas desde mucho antes de su inicio, es este inusitado caso.
Resulta contraproducente que el país que se dice paladín de los derechos humanos, sancione y encarcele a cinco hombres, cuyo delito fue infiltrarse en organizaciones terroristas que, desde los Estados Unidos, materializan acciones violentas contra Cuba. Es obvio que los grandes medios no hablarán del asunto.
Tortura sicológica, negación de derechos penales con largas jornadas en el hueco, figuran entre las estrategias sin efecto de los carceleros.
La nueva administración norteamericana dobla el rostro si se le trata el asunto, porque de cambiar sus puntos de vista estaría incurriendo en una grave falta a los compromisos contraídos con la mafia cubanoamericana radicada en Miami, que le dio dinero y apoyo durante la campaña electoral.
Pero mientras cinco heroicos compatriotas sufren largo e injusto encierro, el pueblo cubano todo alza su voz para su liberación, y las multitudes progresistas del mundo cierran filas en pos de un reclamo que más temprano que tarde quebrará las rejas viles de la insensatez.
