" Por su utilidad a los demás, se mide a los hombres" José Martí

La indeclinable voluntad de Dulce


Por: Julián Puig Hernández .

Dulce Mosquera NavarroEn un hermoso paraje de la geografía campestre cubana nació Dulce Mosquera Navarro, el 12 de septiembre del convulso año 1935. Cuando los ecos de los disparos contra los muros del Cuartel Moncada, de Santiago de Cuba, llegaron a todos los rincones del país y tuvieron especial impacto en los jóvenes, allí estaba ella, llena de sueños en pos de un futuro mejor.

Después que los barbudos penetraron en la Sierra Maestra, su hija, Silvia, correteaba la campiña, mientras Robert Miguel le abultaba el vientre; pero nada pudo impedirle a aquella mujer integrarse al Movimiento 26 de Julio, primero bajo las órdenes de su esposo Élder Grave de Peralta y luego, cuando éste debió partir al Primer Frente José Martí, de Francisco Piñeda.

Los caminos angostos de Jiquí Picao, en la hermosura de Santa María 11, en el barrio Estrada Palma, fueron testigos de su accionar vendiendo bonos para colectar fondos, recogida de armas, colocación de carteles y petardos, así como llevando mensajes de una célula a otra.

No estuvo sola en las noches de candil, grillos y luciérnagas, escuchaba los partes de Radio Rebelde donde se pormenorizaban las acciones y podía ver allí a su esposo, como jefe de escuadra a las órdenes de Delio Gómez Ochoa. Se sabía, cada momento, más inmersa en un proyecto que determinaría algo más que el presente.

Cuando triunfa la Revolución, el Primero de Enero de 1959, salió a los caminos con sus dos hijos, llena de júbilo y no imaginó entonces cuán díficil debía ser la continuidad, pero no se amilanó, cerró su voluntad como un puño de acero y decidió seguir adelante.

Hace residencia en Puerto Padre y se integra a la vida laboral, en la Empresa Forestal, luego en la Empresa de Bebidas y Licores, posteriormente en las oficinas de la Coordinación de los Comités de Defensa de la Revolución y concluyó en la Empresa de Comercio.

Enviudó joven pero tampoco se sintió sola porque no le faltó el cariño de sus tres hijos, ni los títulos que desde diferentes universidades le colgaron en las paredes de su modestísima casa.

En un día como hoy, cuando se recuerdan de manera especial a los combatientes de la clandestinidad, no sería ético dejar de recordar a una mujer que me indicó con dedo certero, los caminos del alba.

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