Con
apenas 18 años George López Peña no vaciló un segundo en tomar la
decisión de ir a Angola como parte de los miles de cubanos que en esa
época se alistaban para defender el país africano; tenía una vieja deuda
consigo mismo: seguir las huellas de su hermano Ramón, a quien los
yanquis en la base naval de Guantánamo le arrebataron la vida cuando cumplía el servicio militar.
Entre los años 78 y 80 el puertopadrense
integraba el batallón de infantería que operaba en las regiones del
este y centro sur de Angola
donde desafió la muerte en más de una oportunidad pues participó en
varias misiones riesgosas, como las de refuerzo de apoyo a una unidad
vecina que había sido bombardeada por los enemigos o la de rescatar y
trasladar hasta el cementerio de la capital los restos de 25 cubanos
caídos en esas zonas.
Militaba en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)
por ese entonces y enfrentó las adversidades propias del clima, la
lejanía, el horario de un país desconocido hasta ese momento.
George cuenta que Eunomia, su madre,
quedó perpleja al oírle del compromiso unas horas antes de partir, mas,
la decisión era irrevocable; el beso de despedida bastó para
garantizarle que volvería vivo a aquella mujer que en 1964 había perdido
un hijo: Ramón López Peña
Otro de los puertopadrenses es Héctor Luís Pérez Céspedes, combatiente de la batallas de Menonga a Cuito Cuanavale entre enero de 1987 y mayo del 89.
En su memoria permanecen los combates,
el amigo incendiado a quien socorrió sin temerle a la muerte, los
caídos a su alrededor, también las llamaradas tras el bombardeo de la
aviación de la SWAPO.
Se le hace un nudo en la garganta al
hablar del pasado, aunque está convencido de las fuerzas con que cuenta y
de cuánto creció a la vuelta de aquel episodio en defensa de Angola.
El licenciado en Lengua Inglesa Mortimer
Augusto Haynes Coke, evoca aquellos días difíciles en su etapa de
juventud. Estuvo de traductor en el Puesto de mando de Luanda, allí una y
otra vez interpretó las órdenes e indicaciones militares, asimismo las
listas de caídos, heridos o prisioneros en combate y cada nombre de
cubanos resonaban en sus oídos de tal manera que aún no ha podido
olvidarlos.
Durante 7 meses de1978 tuvo esa encomienda Mortimer; tiempo suficiente para conocer la guerra y sus consecuencias.
4 décadas después estos tres
puertopadrenses, de profesiones diferentes pero con iguales
convicciones, se juntan, rememoran los sucesos, y confiesan el dolor de
cada día en aquella región africana por las cartas que no llegaron, las
heridas de los amigos, la muerte de compañeros, el fuego cercano, el
ruido estruendoso de las ametralladoras y bombas, y la distancia
A 40 años de la independencia de esa región africana, perdura Angola en el recuerdo de puertopadrenses que no dudaron en marchar a esa tierra y luchar por su defensa.