" Por su utilidad a los demás, se mide a los hombres" José Martí

Atención a las embarazadas en Puerto Padre

Hace mucho tiempo, aquí el ser humano es centro de atención. Todo empieza con el cuidado a la mujer embarazada, desde que el suceso se convierte en noticia grata para la familia. El portavoz y experto del servicio deja constancia de cómo será en lo adelante el seguimiento médico, al estado de salud de la nueva o madre ya, y su criatura en germen. No es caso fortuito sino filosofía de la vida cotidiana. Ello explica en parte porqué la tasa de mortalidad de niños menores de un año, en el municipio, esté ahora al cero. La otra se debe a la cultura sobre natalidad, salud y amplia red de sanidad pública, que incluye hospitales, policlínicas, hogares maternos, consultorios en barrios y clínicas de estomatología, donde cada persona labora con esmero. El resultado deja de ser único durante el primer semestre de este año. Desde el 16 de noviembre de 2005 no se reporta ni un sólo fallecimiento, de acuerdo con el control estadístico del indicador definitorio de la calidad de los servicios que reciben las gestantes, Se mantiene la atención de manera gratuita y es política del Estado, no obstante los elevados gastos, principalmente, de las mujeres que corren riesgos de perder el embarazo. Por ejemplo, una gestante ingresada cuesta un promedio de 30,80 pesos en un día. Hoy suman alrededor de quinientas. Una investigación sobre vida hospitalaria, de Magalys Becherán Almaguer, enfermera de profesión, destaca que antes de 1960 nunca existió descripción alguna de los alumbramientos que ocurrían en la región y los casos de muertes de menores de un año de edad. El documento demuestra que es a partir de esa fecha cuando aparece un registro de la natalidad y su comportamiento. Cita, por ejemplo, que en 1960 la tasa de mortalidad infantil tenía el alarmante número de 46,7 niños fallecidos por mil nacidos vivos, como ocurre hoy en países africanos, latinoamericanos y caribeños. Ya el gobierno revolucionario se había establecido en el poder un año antes (1959) y desde entonces inició la aplicación de medidas, entre ellas la nacionalización de los centros privados de la salud y preparación del personal, para el nuevo proyecto de desarrollo social. Años posteriores a 1960, incluso, nacieron niños de manos de comadronas que tenían conocimientos empíricos de la ginecología y realizaban partos en las propias viviendas de las mujeres en cinta, con el consentimiento de éstas y por influencia de padres y abuelos desconocedores de los peligros para la vida. Acudir a la partera no sólo fue un hecho de hábito; también, está el argumento de que la gestante y el resto de la familia carecían del dinero necesario para pagar al propietario de la clínica privada. Esa madre nunca recibió en nueve meses atención especializada, lo cual pasó de generación a generación cual costumbre obligada. Por suerte para las embarazadas, ese conocimiento y práctica dejaron de ser usanza desde hace mucho tiempo, tanto que ya no hay comadronas aquí y las mujeres tienen ahora la cultura de que ellas son el centro de la atención.

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