Por: Rosa María Ramírez Reyes. [Ir a Portada]
Para cumplir lo que en el Moncada se había prometido 82 hombres arribaban a Playa Las Coloradas, en Granma. Era el 2 de diciembre de 1956 una nave cargada de sueños e hidalguía, que había partido desde Tuxpan, México.
El 26 de noviembre, hacía su entrada; vencer o morir sería máxima de aquellos, en su mayoría jóvenes que continuaban al lado de Fidel, ahora en esta nueva empresa, que para no pocos figuraba como una aventura; el optimismo y el deseo inmenso de hacer cosa alguna por la libertad definitiva juntaba a los 82 expedicionarios.
Al partir, La Lupe de Juan Almeida Bosque, uno de los tripulantes fue la melodía para el abrazo al triunfo que se avecinaba y el adiós al país hermano; ya en costas cubanas el himno de Bayamo y en el pensamiento más de un siglo de opresión, las causas justas de Hatuey, Céspedes, Maceo, Gómez y Martí.
El amor sin límites por la Cuba de todos ellos, otra vez hacía crecer el espíritu revolucionario.
Fidel, al frente, como lo había hecho antes; también Raúl, Camilo y Che enrumbaban sus pasos por un mismo ideal. Había llegado la hora nuevamente.
Las montañas, un movimiento 26 de Julio, la lucha armada, aguardaban por los expedicionarios desde el 30 de noviembre; Frank sabía qué hacer en Santiago; el lomerío granmense sería trinchera para asegurar el derrocamiento del gobierno de Fulgencio Batista.
Había madurado la semilla del Moncada; nacía el Ejército Rebelde, génesis de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
A 52 años, el Granma y sus tripulantes siguen la travesía de 1956, ahora integrando a la América toda en un mundo mejor que es posible.
