Por: Julián Puig Hernández.
A nadie mejor que a Emiliano Salvador pudo dedicarse el gran concierto que la Camerata Romeu, bajo la dirección de Zenaida Castro Romeu, efectuó en el Cine Iremú de Puerto Padre en la más memorable de las noches, a sala abarrotada, en silencio de gozo profundo.
En concordancia con lo universal de la obra de nuestro homenajeado, se presentó un repertorio de igual grandeza, que inició con la pieza Rounds, del norteamericano David Diamond, basada en la melodía de los indios pieles rojas, pueblo autóctono de ese país. Podían sentirse las danzas, el temblor de las tierras inhóspitas del oeste norteamericano y el transcurrir del tiempo, la llegada del ferrocarril, las inmensas hileras de emigrantes chinos poniendo los rieles, los irlandeses rudos, las muchachas de trenzas rubias y vestidos con orlas en el derredor y la mixtura a posteriori, como fruto ineludible del proceso social.
También estuvo el polaco Witold Lutoslawski, con la obra Cinco danzas, que era un ir y venir de chicos traviesos, correteando los pasillos abarrotados del teatro.
No pudo faltar, por supuesto, el cienfueguero Carlos Fariñas, ni La Bella Cubana , de José White, con su indiscutible lirismo y pensamiento romántico del siglo XIX, pieza que, algunos aseguran, el compositor dedicó a Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Una de las muchachas integrantes de la Camerata, Yadira Cobo, recreó la obra de Julio Medina “Cuán hermosa naturaleza” y un clásico del Jazz, “Tarabana”.
Astor Piazzola, el ídolo bandolinista argentino, fue incluido también en el repertorio de presentación de las concertistas, para darle un matiz especialísimo en el recorrido universal del encuentro.
Y para continuar con las mixturas se presentó una “Samba Son”, obra también creada por una integrante de la Camerata que no estaba presente en la memorable noche y que recibió una cerrada ovación del público.
"Camerata en Guaguancó", de Guido López Gavilán, estuvo acompañada por un atrevido y exquisito despliegue escénico y danzario de la orquesta, que marcó uno de los momentos elevados del hilo conductor del concierto.
Fue, sin dudas, una ocasión muy especial, de las que tanto se esperan para recordar, llevar a la posteridad.
Pero, ¿qué trajo a la Camerata hasta Puerto Padre?
“La gira era una deuda que teníamos hacía mucho tiempo y habíamos buscado el pretexto del quince aniversario, que fue el año pasado, para organizarla; pero no fue posible por motivos económicos. Afortunadamente este año ha habido una voluntad y posibilidades para que se concrete esta gira”, asegura Zanaida Castro a la prensa, aún llena de las emociones naturales que provoca salir en reiteradas ocasiones ante un público que no deja de aplaudirlas.
¿Por qué no antes?
“De repente la isla se ha hecho más chiquita porque en el Período Especial se había hecho muy grande, era impensable llegar de un barrio a otro, así que mucho menos de una ciudad a otra o de una provincia a otra”
¿Cuál debe ser el compromiso de un artista?
“Yo creo definitivamente que el primer escenario de un artista debe ser su propio pueblo y nos había sucedido que habíamos viajado a Noruega, a Suecia, y no habíamos venido, por ejemplo, a Puerto Padre, entonces esas son deudas que uno tiene con su gente, con su pueblo y que ahora se están dando las condiciones, afortunadamente, para que eso no suceda”.
¿Qué opinión se lleva del concierto en Puerto Padre?
“Como en todos los lugares donde hemos estado nos hemos encontrado niñitos de cuatro o cinco años, seis años, personas mayores, jóvenes, adultos, obreros, trabajadores, profesionales, o sea de todas las capas de la sociedad, sin distinción de sexo… y, realmente, es fabuloso ver que la música que hacemos llega a todas las personas y nos agradecen mucho nuestro trabajo y esa es la mayor recompensa”
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