Hoy quiero dedicarle mis palabras a una mujer excepcional, de virtudes insuperables y de un amor tan tierno como con el que me dió el primer beso aquel 22 de Mayo de mil 951. A la que me enseñó a dar los primeros pasos, a la que con dulzura y mucha bondad me educó para enfrentarme a la vida, a la que gracias al destino todavía puedo abrazar y besar como cuando era niño.
A mi madre querida, con ese rostro curtido por los años, con dolencias que deja el calendario en la vida de las personas llegue hoy y por siempre el mensaje de un hijo agradecido y orgulloso de haber sido engendrado por una mujer de su talla.
Cuando a penas tenía 15 años una amiga me dijo puedes sentirte orgulloso puedes además de amarla tanto tienes un parecido físico muy grande con ella, eso me motivo a escribirle este verso.
Todos dicen que me parezco a ti,
y de ser como tu me enorgullezco,
tengo tus mismos ojos, tus mismos gestos
la misma luz de tu mirada tengo.
Y cuando la cruda ausencia se prolonga
y lejos de tu lado permanezco,
si quiero ver tu rostro, madre mía
sólo tengo que mirarme en un espejo.
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