Por Carlos Velázquez Hdez
Cuando todo el pueblo se disponía a continuar la obra de la Revolución y en los primeros años participaba en importantes misiones se produjo aquel horrendo crimen de la nave de cubana de Aviación en las costas de Barbados.
Todo el país se conmocionó con la noticia, aún nos sacude el alma ver las imágenes por televisión, los históricos audios de los pilotos tratando de hacer lo posible por salvar la nave.
Eran solo deportistas, jóvenes que participaban en campeonatos y traían a casa un puñado de medallas como muestra de su talento, disciplina y dedicación, el fondo del mar fue el Memorial a sus éxitos.
Primero hubo una explosión y cuando todo dentro del avión se conmocionó, explotó otra bomba donde se encontraba el grueso del personal a bordo.
Más tarde las organizaciones terroristas, radicadas en los Estados Unidos, se agenciaron el atentado, lo hicieron sin rubor, como una bravuconeada propia de cobardes. No tardó en confirmarse que Luís Posada Carriles era uno de los autores intelectuales.
Han pasado más de treinta años y a ese señor, ahora, se le enjuicia, no por sus actos criminales, por su trayectoria como terrorista, por sus acciones violentas, sino por otras causas que nada tienen que ver con su verdadera naturaleza criminal.
La República Bolivariana de Venezuela ha pedido su extradición porque tiene pendiente deudas con la justicia allí, de donde escapó con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia.
Hoy es un día triste para la decencia, el decoro, el derecho, porque no se ha hecho justicia. La impunidad con que actúan los actores de aquel abominable crimen duele y hoy seguimos alzando la voz para que se cumpla lo legislado.
Nunca se callarán las voces que a gritos piden justicia y ese eco perdurará en las cortes de todas las latitudes del universo.
