Por: Raúl Martes González.
No imagine alumno lector, que usted es persona inhibida de la opinión generosa y leal, para rendir homenaje a ella y a él en el Día del Educador. Nadie con más razón justificada. Resulta que el periodista por costumbre y buen oficio asume el deber del reconocimiento en nombre del pueblo; y eso hace siempre con el honor que merece la ocasión. Pueblo que es cubano; también, puede ser haitiano, venezolano, brasileño, argentino, estadounidense, chino, boliviano, nicaragüense, ecuatoriano.
Sería ecuánime o predilecto que la gente susceptible de los medios de comunicación de masas, estimule el auge a favor de estas personas y acepte el escribir de cuanto permita entrever lo más característico de su personalidad humana. El tiempo es breve y el espacio escaso, y se debe decir el pensamiento resumido, con palabra de alto vuelo y visible al instante su color.
Con seguridad muchos alumnos dirían cosas profundas del corazón, sin que 
nadie se lo pida; porque eso es lo que ellas necesitan: la más vasta confesión popular de quienes compartieron saberes, sentimientos, afectos e ideas de cómo pueden Llegar a donde se propongan los seres humanos, en ese rincón de ensueños que es para millones y millones un recinto escolar.
Desde cualquier parte, llegarían mensajes en los que se hagan recuentos de tanto tiempo vivido a su lado, que inicia cuando nos tiende sus manos de Sembradora o Sembrador, y conduce hasta ver a la mujer, al hombre de bien social. Así, pues, ¿qué diría usted este Día del Educador, señor alumno?
Como he sugerido hablar desde la intimidad, vea esta entre tantas opiniones que pueden consentirse en una fecha tan especial. Con ajuste a la verdad, creo tener razón y crece mi alma limpia de prejuicios, cuando hablo de personas que miran a hijos verdaderos, de una madre o de un padre con paciencia ilimitada en nuestra educación, de seres ilimitados en el sacrificio y la bondad.
Ellos son los seres humanos “que más confían en porvenir mayor, cuando han de venir los venturosos tiempos” de quienes Andan por caminos diversos que crean con pasos propios, aunque no todos libres de estorbos y que solo el encargo unido vence. “y vierto aquí toda la creencia de mi espíritu”.
Los educadores nacen, viven una parte de sus vidas y adquieren el conocimiento necesario en las aulas para compartir, allí donde son únicos reyes guiadores de las personas, que pueden comprometerse al desarrollo prudente, invariable y uniforme de las fuerzas prácticas de un pueblo.
Si se quiere mayor aportación, no es posible exigirle tanto al mismo ser, porque otro sería capaz Hoy siento un goce supremo con haber dicho lo que pienso; quizá no con palabra de alto vuelo y visible al instante su color, pero si con cosas profundas de mi corazón. Por eso, Educadora, Educador, hoy asumo el homenaje en su gran decoro.
