Por: Carlos Velázquez Hernández
En los primeros días de Febrero de 1895 Martí tocaba a la puerta del estratega dominicano en la ciudad de Montecristi, Máximo Gómez Báez, allí les llega la confirmación de que el 24 de febrero se encendía otra vez la llama de la revolución en Cuba. Un mes después, el 25 de marzo, firman el documento conocido en la historia nacional como Manifiesto de Montecristi, por la localidad dominicana donde fue suscrito.
El manuscrito, piedra angular de la Revolución del 95, se convierte en el Programa de la Guerra Necesaria organizada por Marti, destacaba la necesidad de una gesta "generosa y breve" y explicaba en detalles que la contienda no era contra el español, sino contra el régimen colonial.
También aboga por la transformación de la realidad socioeconómica , una vez terminado el enfrentamiento armado; y rechaza toda consideración geopolítica acerca de un futuro para Cuba relacionada en los marcos estatales de otra nación, bajo estos principios martianos, Cuba volvía a levantarse en armas, no solo para alcanzar su independencia de España sino, y sobre todo para evitar el predominio en nuestra América. Y con su visión de siete leguas, Martí dijo "hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino."
El contenido del manifiesto está implícito también en la carta que escribiera el héroe nacional a su madre desde aquel lugar, donde les deja ver los principios que sustentaban la nueva gesta emancipadora y su deber y utilidad en la lucha.
Días después, los dos organizadores principales, desembarcan en las costas orientales de Cuba para situarse al frente de la guerra, la que no pudo ver concluida José Marti, pues cae en combate en el mes de Mayo.
El Manifiesto de Montecristi, a 116 años de su escritura no solo existe hoy entre los contenidos importantes de la historia, sino, también, como paradigma de la República a que aspiró Martí: ‘’con todos y para el bien de todos’’, que los cubanos edifican desde 1959.