Puerto Padre ( RL ) Hace aproximadamente veinte años que Mario Almarales Peña, Mayito, tuvo sus primeros contactos con el arte de la magia a través de un libro que le regaló su hermano Nelson; pero no imaginó que esta curiosidad le fascinaría tanto.
Cuando inició sus primeros pasos el proyecto “El Boquerón: un espacio azul para la cultura”, no quiso verse como un simple actor dentro del inmenso plan de actividades culturales comunitarias, y decidió incursionar como mago instructor, para lo cual seleccionó a un grupo de niñas y de niños interesados en este fascinante mundo. Fue así como Roberto, Talía y Marita, estudiantes hoy de la Secundaria Básica Salvador Cisneros Betancourt, así como César y Caridad, de la Escuela Primaria Hermanos Lara, del propio barrio El Boquerón, comenzaron a recibir las primeras lecciones en sus propias casas de familia, a la vista de los fascinados padres.
Es una labor paciente pero hermosa, que necesita de noches y fines de semana insistiendo en detalles, destrezas, habilidades que se adquieren con los dedos, las manos, la vista, subterfugios acumulados por grandes maestros de los encantamientos.
Mayito es un honrado trabajador del campamento de pioneros Sara Laffita Zayas, ubicado en el Cayo Juan Claro. Llega a su casa, pasada las cuatro de la tarde y entonces, luego de sus ajetreos naturales, hace esta actividad sin recibir remuneración alguna. Es un hombre altruista, desinteresado y con un sentido del humanismo muy avanzado.
El asunto no es nuevo. En nuestros años de adolescente se nos ocurrió, sin que ningún adulto nos lo exigiera, ni sugiriera, emprender la tarea de hacer un retablo de títeres y, después de ir a la escuela y cumplir nuestras habituales obligaciones como niños, ensayábamos espectáculos improvisados por nosotros mismos.
Dotados de una carretilla, llevábamos nuestra indumentaria por todos los rincones del barrio y luego nos fuimos expandiendo, hasta hacernos “verdaderos artistas”. Fue hermoso; o para ser más exactos, sigue siendo hermoso.
Los que asumimos luego otras funciones profesionales, nos vimos obligados a un retiro a medias, aguantando unos impulsos naturales muy difíciles, pero Mayito siguió, aún fungiendo como trabajador primero en la agricultura, operando cosechadoras cañeras, luego como proyeccionista de cine y ahora en el campamento de pioneros.
Para lograrlo se necesita un material especial, un sentido distinto de la ética, una filosofía comunitaria muy avanzada en la práctica aunque le sea sumamente difícil explicar teóricamente; sin embargo lo que vale es ese diario hacer sin pedir nada, salvo el aplauso de un público siempre agradecido.
Pocos saben que actuó en la Habana, en Expocuba, en un espectáculo nombrado Huracán Mágico, con Píter, el mago más reconocido de la provincia de Las Tunas y con un currículum que lo valida nacionalmente.
En Puerto Padre hay pocos magos, pero todos con gran humildad se comparten los trucos y desarrollan un plan de capacitación individual que les engrosa el repertorio poco a poco. Los cofrades de Mayito, Calzadilla y Frank, tienen la fortuna, también, del desinterés y el altruismo.
Puede que en algún espectáculo se le pierda un conejo o una paloma, pero nunca el sentido del deber, el amor, el cariño y la admiración que él siente por un público de niñas, niños, mujeres y hombres que tienen un deber social y van allí a observarlo y aplaudir sus presentaciones. Esa es la principal y más importante de sus magias.